Un elemento tan importante en nuestro vehículo como es la frenada no se debe descuidar. Por llevar mal los frenos, podemos sufrir un percance serio que acabe con nuestros huesos en el hospital y nuestro amigo estampado al fondo de un barranco… Por lo que valen las pastillas y lo sencillo que es cambiarlas, no vale la pena apurarlas.
Veamos qué pasos debemos seguir para poder disfrutar de una buena frenada. Supongamos que el líquido de freno está en buenas condiciones. Si no fuera así y la frenada fuera esponjosa o nula pero las pastillas estuvieran bien, habría que cambiarlo. Pero eso es en otro brico.
En primer lugar, deberemos conseguir unas pastillas de freno de alguna marca reconocida que sirvan para nuestro vehículo. En el caso del LTZ 400, tanto las delanteras como las traseras son idénticas, lo que ayuda a no equivocarse al pedirlas.
El siguiente paso es aflojar las tuercas de las ruedas para poder acceder cómodamente a las pastillas.
Personalmente, la operación de cambio de pastillas de freno me es más fácil realizarla con el quad de pie. Así puedo trabajar con muchísima más comodidad.
Una vez aflojadas las tuercas, sin sacar los neumáticos, ponemos el quad de pie y seguidamente quitamos las ruedas.
Ahora ya podemos acceder a las pinzas de freno. Mediante una llave Allen aflojamos los tornillos que fijan la pinza al buje. Ahora es el momento de introducir una palanca (destornillador grande, barra estrecha de hierro, etc..) entre las dos pastillas para devolver el bombín a su posición más interior. Sino, las nuevas pastillas no entrarían, ya que el bombín queda regulado a la posición de las pastillas desgastadas. Si hiciéramos la operación con las pastillas nuevas, las podríamos marcar y echar a perder. Mejor con las viejas, ya que son para tirar.
Cuando el bombín haya retrocedido al máximo, procedemos a extraer los pasadores que fijan las pastillas a la pinza y por las que estas corren libremente. Al hacerlo, las pastillas viejas caerán de su alojamiento empujadas por un resorte de chapa que hay en la pinza que las obliga hacia abajo. Cuidado no perder esa chapita.
Suelen acumular polvo, oxido y porquería, con lo que no está de más darle una pequeña lijada muy suave con papel esmeril de grano muy fino.
Posteriormente, un poco de aceite ayuda a que no se oxide tan rápido y que las nuevas pinzas trabajen mejor hasta que se ajusten perfectamente en su nuevo alojamiento.
Ya solo queda seguir los pasos a la inversa. Colocar las pastillas en su alojamiento. Enroscar los pasadores (vigilar que esté montada la chapita empujadora), encajar el disco entre las nuevas pastillas y fijar con fuerza los tornillos de la pinza al buje.
Sin tocar la maneta de freno, procedemos a repetir la operación en la otra pinza de freno.
Una vez acabados todos los pasos, montar las ruedas y apretar con la mano todas sus tuercas. Una vez en el suelo, apretar a conciencia todas las tuercas en cruz. O sea, primero la tuerca que esté más arriba, luego la de abajo. Después la de la izquierda y por último la de la derecha. Con ello conseguimos el centrado perfecto de la llanta en el buje.
Por último, y antes de ponernos en marcha, debemos manchar varias veces con la maneta de freno, hasta que los bombines recuperen su posición y la maneta su dureza normal. Recordar no abusar de la frenada durante unos Km, ya que las pastillas están en rodaje, ajustándose a las irregularidades y surcos del disco de freno.